El sur ¿para no volver?
Después de tantos años de nunca haber ido a esta playa, conocemos un poco de Punta Negra, importante balneario que alberga una joya ambiental muy importante en medio de un pueblo fantasma.
Escribe: Pamela García Godos
Son las 7:00 de la mañana, la alarma me despertó de un susto pero sé que tengo una hora más para descansar. Hoy no hay clases, pero nos vamos de paseo. Después de varios intentos, convencimos al enamorado de una amiga para que nos lleve a la playa en su carro. Ya sé, ¿quién quiere ir a la playa un viernes cualquiera de octubre? Bueno, yo y mis amigas nos propusimos ir para desencantarnos un poco del sur. Digo desencantarnos porque ya nos habían dicho que en Punta Negra las cosas no eran tan bonitas como en Punta Hermosa o Santa María, las playas del sur de Lima que solemos visitar. Punta Negra era nuestro destino a toda costa. Para nuestra suerte, ha salido el sol.
- ¿Llevarán su bikini? -pregunta una amiga, como si en verdad hubiéramos podido meternos a esa playa a la que fuimos
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El reloj marca las 11:15 am y después de comprar los respectivos snacks en el grifo, nos dirigimos al sur. No hay tráfico a esta hora y llegamos rápidamente hasta el peaje. Momento de pagar S/. 5.50. Siempre me molestó el peaje porque retrasaba nuestra llegada a la playa en el verano, pero hoy, tengo paciencia. Estoy acompañada de mis dos amigas de la carrera, una de ellas tiene enamorado, el chico que nos lleva. Todos nos llevamos muy bien y no hacemos más que cantar a todo pulmón las canciones que a todo volumen escuchamos. Hasta que pasamos el peaje, el sur nos recibe y dejamos de cantar para exclamar: ¡¿Se fue el sol?!
El sol no desapareció por completo, aunque unas cuantas nubes nos recibieron. En el camino hacia Punta Negra abundan las tienditas, grifos, restaurantes, las paredes pintadas con anuncios políticos o carteles que dicen: ESTA PROPIEDAD NO ESTÁ EN VENTA. Pero, sobretodo, los olores. Siempre abundan los olores raros por ahí. O se está quemando basura, o hay una fábrica de pollos o una planta de abono de estiércol de caballo.
Las islas de Pachacamac, la famosa ballena de rocas, nos indica que ya estamos cerca. El día vuelve a aclararse cuando estamos por llegar a Punta Hermosa, vemos el cartel a la derecha que nos lleva a un pequeño desvío. Hola Antigua Panamericana Sur y hola a todos los carteles confusos. ¿Qué camino tenemos que tomar?
Desde que están haciendo obras en la Antigua Panamericana Sur, ha sido muy complicado para los bañistas llegar a su playa favorita. Ya sea por la señalización o por la condición de las pistas que son totalmente de trocha.
Nosotros dimos una vuelta de 365 grados hasta que decidimos que iríamos hacia la izquierda. Por la lentitud en la que íbamos, por los baches, pude notar que nos encontrábamos justo al lado de ese lugar por donde el huayco del 2017 se llevó a una vaca, un chanchito y a una mujer. Quedan varios rastros de ese huayco que el Fenómeno del Niño trajo hace dos años, hay mallas de contención verdes, restos de barro y piedras. Me sorprendí al sobreponer los videos de las redes sociales en mi mente y darme cuenta que sí, que la vaca, el chanchito y la mujer fueron arrastrados por el huayco en ese mismo lugar.
Ese, finalmente, no es nuestro punto y seguimos de frente hacia la siguiente playa que es Punta Rocas. La entrada se ve bonita, hay banderitas de los Panamericanos y una tabla de surf gigante. Y es que, los Juegos Panamericanos Lima 2019 llevados a cabo hace tan solo tres meses, nos dejaron grandes infraestructuras como el Centro de Alto Rendimiento de Surf de Punta Rocas.
Aprovechamos que estaba de camino y como chicas curiosas que somos, decidimos dar una vuelta para ver cómo había quedado la situación en Punta Rocas después de los juegos. Pasamos la entrada y casi nada se veía distinto o mejorado. Habían muchas casitas de colores llamativos con techo de calamina, mucha basura alrededor y una pared gigante gris a la izquierda. Un señor con un polo con el logo de los Juegos Lima 2019 que trabaja por ahí nos dice que el Centro de Alto Rendimiento está en reparaciones y que no se puede entrar. ¿Reparaciones? Pensé que ya estaba listo y que el acceso era libre.
Lo es. Sin embargo, las mejoras o reparaciones que están haciendo son parte de un gran proyecto a largo plazo, que no era necesario para las competencias de Lima 2019. Ahora se están incluyendo un gimnasio de última generación; una piscina semiolímpica de 5 metros de profundidad, diseñada exclusivamente para hacer apnea (resistencia bajo el agua); una rampa de skateborad, diseñada para tablistas, con olas de cemento para simular los movimientos de surf con el skate; y un albergue de 36 habitaciones que podrá alojar deportistas provenientes de provincias. Dicho complejo fue diseñado, en toda su amplitud, para que la gente de todos los distritos aledaños pudiera disfrutar de un malecón de acceso libre, que unifica Punta Negra, Punta Hermosa y San Bartolo, y que terminará en una gran plaza pública. Además, dicho espacio incluirá un almacén para tablas y wetsuits, una cancha de arena para hacer deportes como vóley, fútbol y rugby playa, así como oficinas para el cuerpo técnico, el personal administrativo, y un centro médico que podrá ser usado para la investigación de medicina deportiva. Todo eso, ahora en proceso. Octubre no era un buen mes para visitar el Centro de Alto Rendimiento, pero si espero poder tener buenas noticias sobre todas estas mejoras en la temporada de verano. Nuestro destino es otro y nos vamos hacía el.
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A lo lejos, al fin, el cartel de Punta Negra.
Punta Negra es un balneario que atrae a los veraneantes desde 1953, cuando llegaron los primeros pobladores que venían de Chilca, atraídos por sus estructuras rocosas gigantes. Hoy en día, muchos jóvenes acuden a este distrito en el sur por uno de sus atractivos más conocidos: el Castillo Melgar, que en verano funciona como discoteca, pero que antaño era utilizado por los jóvenes como un escondite donde contar historias de terror y jugar a la ouija, allá por los años 90.
En esta ocasión, nosotros vinimos para encontrar algo peculiar en este lugar, aún no sabemos qué, pero por primera vez el carro gira en esa playa que siempre pasamos de largo en verano porque mi familia prefiere llegar hasta Embajadores, casi al final de todas estas playas. ¿Por qué? ¿Por qué nunca fui a Punta Negra? Porque es brava, supongo. Mis suposiciones están a punto de ser confirmadas y aparte, otras razones aparecerán. Nunca imaginé que la diferencia sería abismal.
A primera vista, Punta Negra parece un pueblito de la sierra. Te recibe una pequeña plaza con una iglesia y un patio multiusos. En el, los niños del Colegio Parroquial San José pueden jugar fútbol o hasta bailar. No parece un lugar fresco y veraniego para los bañistas, pero existe la promesa de un moderno boulevard, o al menos eso indican los carteles de la Municipalidad que vemos en el camino. Mientras más entramos, las casas se ven más descuidadas, aunque cada tanto veo una que otra casa recién construida o en proceso. La pista es de trocha y no hay donde estacionar el carro para poder ir a la playa. Waze (la aplicación que hace de mapa en estos tiempos) nos dice que bajemos por una pendiente medio peligrosa, pero no vemos otro camino para poder acercarnos al mar, así que le hacemos caso y finalmente llegamos a la Playa El Revés de Punta Negra.
-Que horrible playa, estamos perdidos- dice mi amiga.
-¡¿Acá viene la gente?! -digo yo.
No hay nadie, aunque tampoco podemos pedir tanto en una época que no sea verano. La playa está rodeada de casas y por ahí, empezamos a ver gente. Unos obreros que están terminando de hacer el techo de una casa (una muy lujosa, al parecer), pero me pregunto quién querría vivir ahí. La playa no se ve tan bonita, la arena ni se ve limpia y hay demasiadas gaviotas volando, lo cual me pone nerviosa.
Por un momento pensé que estábamos en una playa a la que nadie venía nunca, ni en verano. Que las casas de por ahí estaban construidas no por querer estar cerca a esa playa si no a la del costado. Es más, el aviso gigante que decía: “PROHIBIDO BAÑARSE”, me daba la razón. Ese aviso, aparte de confirmar que evidentemente era una playa brava, nos informaba que era un área de conservación ambiental. Al parecer, hay ahí 31 especies de aves marinas, 3 especies endémicas (es decir: exclusivos de la zona) y 9 especies en peligro de extinción.
Más adelante otro cartel decía: “MANTÉN TU DISTANCIA. OSTRERO AMERICANO RONDANDO”.
-Que miedo, ¿que será? -pensé en voz alta.
La playa me parecía tan fea que pensé que el animal también sería feo, pero se trataba de un ave con pico rojo, cuya temporada de reproducción y anidamiento se da entre los meses de octubre y abril todos los años. Estábamos justo en la época y es por ello que el “Colectivo Huayco” se encarga de alertar a la gente de su presencia en la playa. Es más, hasta han cercado algunos lados ya conocidos donde anidan estas aves, pues muchas veces ponen sus huevos entre la arena para camuflarlos. El cercado de nidos los protege de amenazas como camionetas, cuatrimotos, motos, areneros, parapentes, personas, y todo lo que pueda aplastarlos.
Este accionar es parte del Programa de Conservación de Aves Playeras de Punta Negra a cargo del Colectivo Huayco para conservar sus hábitats de alimentación, reproducción y descanso tradicional y es que la situación en la que se encuentran las aves playeras no es prometedora.
Todas esas gaviotas que veía volando y me ponían “nerviosa”, no eran todas gaviotas. Punta Negra es desde tiempos ancestrales, un refugio natural para aves playeras residentes y migratorias. Sus playas forman un corredor biológico en la Ruta de Migración del Pacífico de las Américas y pertenecen a la zona de influencia del Refugio de Vida Silvestre Pantanos de Villa.
Esta playa, El Revés, en Punta Negra definitivamente era visitada para pasar el rato entre amigos y familia, más no para bañarse. Lo confirmaban los restos de tecnopor, plásticos, botellas de cerveza y hasta tiendas de acampar. Ah, y unos preservativos usados.
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Esta playa, El Revés, en Punta Negra definitivamente era visitada para pasar el rato entre amigos y familia, más no para bañarse. Lo confirmaban los restos de tecnopor, plásticos, botellas de cerveza y hasta tiendas de acampar. Ah, y unos preservativos usados.
Ya después de unos minutos en la playa vimos a un señor mojándose los pies en el mar. Juan era un trabajador de la zona que pasaba sus horas libres en el mar para relajarse, aprovechando que salió el sol y no hay gente. Reconoce que a El Revés vienen a acampar o montar moto aunque esté prohibido. Mientras que, la playa más concurrida es Pocitas y ahí si se meten niños y adultos a nadar en sus aguas más tranquilas.
Juan tiene que irse y con él creemos que tenemos que irnos nosotros. De pronto, nos cruzamos con una pareja que, agarrados de la mano, se asoman a la orilla para admirar las olas mientras toman una Inca Kola. Ellos también son vecinos de la zona pero no dejan pasar la oportunidad de tomarse fotos con la peña El Chanque, esa gran estructura rocosa que algunos curiosos gustan escalar.
En ese momento, habían tres señores encima de la peña haciendo algunos estudios a las piedras. Según Santiago, un geólogo y vecino de Punta Negra, "la peña El Chanque, un Apu en la cultura puntanegrina, está compuesta por rocas intrusivas de composición diorítica formadas por distintos pulsos de magma. Los minerales principales que la componen son el feldespato, la hornblenda, magnetita (mineral magnético), y cuarzo en cantidades menores. La zona norte del Chanque presenta formaciones volcánicas de andesita que han sido cortadas por un dique subvertical junto a la Playa La Bikini. Además, existen zonas de fallas con fuerte fracturamiento y venas de cuarzo-calcita."
De pronto, la playa me dejó de parecer fea y me empezó a parecer interesante.
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Hace tiempo escuché que a Punta Negra lo llamaban Pueblo Fantasma y si no fuera por su plaza, lo afirmaría. Solo las calles más aledañas se ven transitadas. Dejamos la zona desolada de la playa y por el parque veo a una señora y unas niñas saliendo del colegio acompañadas de un perro callejero. Hay un par de restaurantes y la gente ya empieza a llegar para comer un menú. No es verano, no hay gran movimiento pero ese debe ser el movimiento habitual de alguien que vive por aquí. De los pocos que viven en Punta Negra.
Por más interesada que esté por los trabajos de conservación que hacen en esa playa, no creo que vuelva nunca jamás. Nos despedimos de este pueblito que tiene buses viejos estacionados por sus calles. Tal vez más buses abandonados que personas.
Se fue el sol, como nuestras expectativas de encontrar un lugar lindo. Volvimos a Lima, cambiamos los cerros, la tierra y la basura por las pistas asfaltadas y un KFC. Qué lindo es no vivir en el sur, que lindo es ver a más personas caminar por la calle.
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