La Verdad Periodística

Bill Kovach y Tom Rosenstiel nos dicen que la primera obligación del
periodismo es la verdad y todos estamos de acuerdo con ello. Sin embargo,
¿sabemos que es “la verdad”?.[1]
La mayoría de los periodistas tienen en claro que uno de sus principales
objetivos es la verdad, pero no siempre llegan a descubrir la realidad exacta
de los hechos. Esto se explica cuando los periodistas abordan la información
desde un punto sesgado de la situación y muchas veces llegan a ser exactos,
pero no veraces.[2] Por
ello, es importante entender las definiciones literales de verdad y exactitud. Según
la RAE, exactitud es "igual o que se asemeja en un grado muy alto a algo o
alguien que es tomado como modelo" y “rigurosamente cierto o correcto”[3].
Mientras que, para la RAE, verdad es “conformidad de las cosas con el concepto
que de ellas forma la mente”.[4]
Sin embargo, el periodismo construido meramente en la exactitud o la veracidad
de la información resulta insuficiente hoy en día. Ya no basta con reproducir
los hechos verazmente. Ahora es necesario informar la verdad que encierran los
hechos.[5]
La verdad periodística es más que una mera fidelidad de los hechos. El
periodismo busca, por tanto, una forma práctica y funcional de la verdad. El
periodista puede y debe buscar la verdad para brindarle al lector toda la
información que le permita sacar sus propias conclusiones.[6]
Características como estas se pueden ver reflejadas en la historia que nos
relata la película “Spotlight”.
En la película observamos la labor de un grupo de periodistas del Boston
Globe que investiga a fondo el caso del sacerdote John Geoghan. Gracias a la
ayuda de un hombre que dirige una organización de víctimas de los abusos,
amplían su búsqueda a trece sacerdotes. Más adelante el equipo se entera, a
través de un ex sacerdote que trabaja en la rehabilitación de sacerdotes
pederastas, que según su experiencia el número de sacerdotes relacionados con
abusos a menores en Boston debe ser de aproximadamente noventa. A través de sus
investigaciones en recortes antiguos y distintos documentos, el equipo logra
crear una lista con ochenta y siete nombres, y comienzan a contactar a las
víctimas para confirmar sus sospechas. Se suman a estas, las entrevistas con los
abogados de las víctimas, los abogados de la iglesia y los documentos que por
años la Archidiócesis de Boston intentó ocultar. Gracias a toda esta
información, el grupo Spotlight logra encontrar la verdad que encerraban los
hechos, ellos pudieron quedarse en la superficie e informar solamente sobre el
caso del sacerdote Geoghan. Sin embargo, decidieron buscar a fondo y
encontraron que este caso era sólo una parte de la historia.
La labor de estos periodistas nos enseña también que más que añadir
contexto e interpretación, la prensa necesita concentrarse en la síntesis y la
verificación. Se deben tamizar los rumores e insinuaciones y destacar lo
relevante para brindar así seguridad al ciudadano. Es por ello que el papel
guardián del periodista hoy en día es ser un “creador de sentido”[7]:
“poder llegar a la verdad en un mundo confuso procurando
discernir en primer lugar lo que es información fidedigna de todo lo que son
informaciones erróneas, desinformación o información interesada, para luego
dejar que la comunidad reaccione y el proceso de discernimiento continúe. La
búsqueda de la verdad se convierte en un diálogo” (Kovach y Rosenstiel 2003:
63)
Esta última oración nos refleja la escena final de la película, en donde
se observa que la labor de los periodistas no ha terminado con la publicación
de la noticia. Las llamadas de las víctimas a las oficinas de Spotlight llenan
de nueva información y pruebas que siguieron ayudando a los periodistas a
denunciar el caso.
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