El impacto del movimiento anti-mascarilla en los Estados Unidos y las futuras elecciones presidenciales
Análisis político/social del desarrollo de este movimiento en el país norteamericano, e interpretación de los aspectos que revela este conflicto en un escenario próximo a las votaciones.
Donald Trump minimiza la importancia del uso de mascarillas Foto: AFP
El actual presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y principal opositor del uso de mascarillas, enfermó de Coronavirus tal y como lo anunció en sus redes sociales el pasado 1 de octubre. Tras tres días de estar internado en el hospital militar Walter Reed, llegó a la Casa Blanca con una mascarilla puesta. Sin embargo, una vez en el balcón presidencial, se despojó de esta ante la presencia de las cámaras y después ingresó a la residencia presidencial sin mascarilla. ¿No parece esta una escena bastante simbólica?
Lo cierto es que, así como él, cientos de norteamericanos se niegan a usar mascarillas en plena pandemia por el COVID-19. Las protestas empezaron los primeros días de abril. Pequeños pero ruidosos grupos salieron a reclamar por su “libertad” cuando se implementaron las primeras medidas de prevención ante la crisis. Estas personas salían en caravanas ruidosas por distintas ciudades de los estados de Minnesota, Michigan y Virginia, llevando gorras y carteles con la frase “Make America Great Again”, la misma de la campaña de Trump a la presidencia. Mientras esto pasaba, el gobierno de Trump recomendaba a todos los ciudadanos usar protección facial; sin embargo, el propio presidente señalaba que él no lo haría. "Simplemente no quiero usar una. Es una recomendación. Yo me siento bien. No quiero hacerlo”, declaró en una conferencia de prensa en abril. A pesar de que el Centro para el Control de las Enfermedades (CDC, según sus siglas en inglés), que es el principal organismo norteamericano que centraliza la lucha contra la epidemia, también ha recomendado el uso de ese equipamiento.
Durante meses, Trump dio a entender que usar mascarilla es una demostración de debilidad, como cuando visitó el pasado 21 de mayo una planta de la compañía Ford en Michigan donde era obligatorio su uso y, sin embargo, no se le vio usando una. Luego, explicó más tarde ese mismo día: "usé una cuando estaba allá atrás, pero no quise darle a la prensa el placer de verlo". OJO Puntuación
Muchos de sus simpatizantes se mostraron de acuerdo con él y su postura, como se evidenció en su primer mitin de campaña de reelección en medio del brote por el COVID-19. El 20 de junio en la ciudad de Tulsa, se reunieron miles de personas sin cumplir las normas de distanciamiento social y el uso de mascarillas,a pesar de que las autoridades del estado de Oklahoma informaron de un aumento en los casos en los últimos días. "No estoy preocupado por eso. Creo que es principalmente un engaño", dijo Will Williams, de 46 años, quien no llevaba una mascarilla, para la agencia Reuters, confirmando así que la mascarilla se ha convertido en un pronunciamiento político de los simpatizantes de Trump.
Dos semanas después, la ciudad de Tulsa experimentó un aumento en los casos de coronavirus. El Dr. Bruce Dart, director ejecutivo del Departamento de Salud de Tulsa, dio a conocer en una conferencia de prensa la presencia de 500 nuevos casos en menos de dos días. Cuando se le preguntó si los casos en Tulsa subieron debido al mitin del 20 de junio, el doctor dijo: “Creo que solo debemos conectar los puntos”.
El escenario en Estados Unidos se volvió incluso más alarmante con el tiempo, como epicentro del COVID-19, con 38.576 nuevos contagios el 28 de junio, se elevó su estadística global a 2.544.169 casos positivos, según la Universidad Johns Hopkins. Ante ello, republicanos (partidarios de Trump) de alto rango como el senador Mitch McConnell, líder de la mayoría en la Cámara Alta, instaron a la población a usar la protección. "No debemos tener ningún estigma, ninguno, acerca de usar mascarillas cuando salimos de nuestras casas y nos acercamos a otras personas. Usar cubiertas simples para el rostro no se trata de protegernos a nosotros mismos, se trata de proteger a todos con los que nos encontramos", dijo McConnell a los medios. A esta declaración se le sumó la del vicepresidente Mike Pence, quien, después de mostrar una actitud inconsistente sobre el uso de la mascarilla, incitó ahora a los ciudadanos a portarla. “Si sus funcionarios locales, en consulta con el estado, le están indicando que use una mascarilla, alentamos a todos a usar una mascarilla en las áreas afectadas. Y donde no puede mantener el distanciamiento social, usar una mascarilla es solo una buena idea, y lo sabemos, por experiencia, desacelerará la propagación del coronavirus", dijo Pence, quien también coordina el equipo de la Casa Blanca contra el COVID-19. Es importante mencionar que el vicepresidente de los Estados Unidos visitó una clínica totalmente desprotegido en abril. Diversas fotografías de los medios que tuvieron acceso a la visita de Mike Pence a la Clínica Mayo lo mostraron como el único sin mascarilla rodeado de al menos una docena de personas entre trabajadores del hospital y un mínimo de tres pacientes.
La controversia sobre el uso de mascarillas saltó a redes sociales cuando diversas personas subieron videos o publicaciones denunciando los escándalos generados por personas que se negaban a usarlas en los espacios públicos de algunas ciudades como Miami, que impuso el uso obligatorio de estas. Posteriormente, el debate se intensificó en el sur y el oeste del país, donde los niveles de contagios por el COVID-19 fueron más altos como, por ejemplo, en California, Nevada y Carolina del Norte, con gobernadores demócratas.
La actitud en contra de estas medidas ha sido notoria por parte de los seguidores de Donald Trump en esta campaña electoral. El pequeño pero significativo grupo anti-mascarilla hace énfasis en la libertad personal; además, aluden a problemas negados por los científicos expertos y a pesar de ello, defienden su posición con una pasión indiscutible. “Tengo derechos. No puedes obligarme a usar una mascarilla”, dicen haciendo énfasis en el individuo por encima de la comunidad, en el interés propio por encima del bien común. Así mismo, han afirmado que usar una mascarilla hace que los niveles de dióxido de carbono del usuario aumenten a niveles peligrosos, que podrían “matar”. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud publicó en sus canales de comunicación un post que desmentía aquello. “HECHO: El uso prolongado de máscaras médicas cuando se usan adecuadamente, NO causa intoxicación de CO2 ni deficiencia de oxígeno” se lee en la nota de la OMS. Para los anti-máscarillas, todo ello es una mentira e, incluso, culpan al Dr. Anthony Fauci, el principal experto en enfermedades infecciosas de Estados Unidos, por “engañar” a los ciudadanos.
Así se hicieron escuchar en Austin, Texas: “¡Despide a Fauci!”, gritaban los manifestantes convocados por el ultraderechista Alex Jones, el comentarista radiofónico que lleva casi 20 años haciendo el programa InfoWars desde esa ciudad. El podcast de Jones ha sido el altavoz de todas las teorías conspirativas en contra de las instituciones norteamericanas. En él se hace referencia a los Qanons (grupo de extrema derecha), quienes creen que Donald Trump lucha por un “estado profundo” y que el Coronavirus es una excusa para que no salga reelegido en noviembre. Todas estas creencias defienden que la crisis es una conspiración orquestada por una supuesta supra élite, encabezada por los magnates Bill Gates y George Soros.
En agosto, los grupos anti-mascarilla empezaron a extenderse por Alemania -donde una manifestación reunió a 15.000 personas-, Canadá, Reino Unido, Francia y España. Estos dos últimos países son el foco de rebrote del COVID-19, y han tenido que extremar sus medidas de prevención. Las autoridades sanitarias francesas informaron el 3 de octubre que los casos del nuevo coronavirus en el país alcanzaron un nivel récord, con cerca de 17.000 nuevos contagios confirmados por día. Mientras que el gobierno de España aprobó este viernes la declaración del estado de alarma en Madrid para evitar la expansión del Coronavirus ya que esta ciudad representa el 40% de los 5,585 nuevos casos confirmados por el Ministerio de Sanidad de España este jueves.
El movimiento anti-mascarilla en Estados Unidos también ha cobrado mayor fuerza en los últimos meses. Un grupo de jóvenes sin mascarilla irrumpió, a mediados de septiembre, en una tienda de Target en Fort Lauderdale, Florida, invitando a los demás clientes a quitarse las suyas. "¡Ustedes son estadounidenses!, ¡Quítense la mascarilla y respiren!”, gritaba la joven mujer que lideraba la concentración mientras que sus compañeros grababan el espectáculo al son de la canción “We’re Not Gonna Take It” (No lo vamos a aguantar) de la popular banda de heavy metal estadounidense Twisted Sister. Algunos miembros del grupo, formado por más de 15 personas, llevaban accesorios de la campaña electoral de Donald Trump.
En este punto, conviene hacer un recuento: en Estados Unidos se reportaron el 9 de octubre al menos 915 nuevas muertes por coronavirus y 58,375 nuevos casos. Hasta el sábado 10 de octubre, por la mañana, más de 7,696,800 personas en los Estados Unidos han sido infectadas con el Coronavirus y al menos 213,500 han muerto, según una base de datos del New York Times. El Instituto de Métricas y Evaluaciones de Salud (IHME) de la Universidad de Washington calcula que, para las elecciones presidenciales del 3 de noviembre, EE. UU habrá superado los 230,000 fallecidos por COVID-19.
Sin embargo, el presidente Donald Trump todavía pone en duda la efectividad de usar una mascarilla, y se burló del candidato demócrata Joe Biden por hacerlo en el debate presidencial del pasado 29 de septiembre. “No uso una máscara como (Biden), cada vez que lo ves, él tiene una máscara. Podría estar hablando a 200 pies de distancia y aparece con la máscara más grande que he visto “, dijo Trump en vivo y en directo.
La actitud de Trump ha tenido una influencia evidente en la conducta de muchos de sus votantes, en especial los hombres. Según una encuesta de Gallup, en julio, el 44% de los norteamericanos usa mascarilla siempre que está fuera de su casa y un 28% con mucha frecuencia. El 11%, a veces. El 16% raramente o nunca. Estos últimos porcentajes son mayores en el caso de los votantes republicanos. El 36% de estos no la usa nunca o pocas veces y el 18%, a veces. Mientras que, un 61% de los demócratas la usan siempre a diferencia de solo un 24% de republicanos.
La sorpresa llegó casi dos días después de aquel debate presidencial, cuando Donald Trump publicó en sus redes sociales un mensaje en el que confirmaba que había dado positivo a la prueba de COVID-19 junto a la primera dama. Una noticia que impactó al mundo entero por estar a tan solo un mes de las elecciones presidenciales. Tras tres días de estar internado por precaución, Trump volvió a la Casa Blanca “triunfante”, diciendo que estaba “mejor que nunca”. Incluso, entró a la residencia presidencial sin la mascarilla puesta. Posteriormente, compartió videos y fotografías adentro que confirman que sigue sin usar protección. A lo que su opositor, el demócrata Joe Biden, twitteó: “Ahora que el presidente Trump está ocupado tuiteando mensajes de campaña, le pediría que haga esto: Escuche a los científicos. Apoye el uso de mascarillas. Apoye los mandatos a favor de mascarillas en todo el país”.
En los últimos días, se ha visto a un Donald Trump decidido a volver a la carrera electoral, y no ha dado su brazo a torcer acerca del Coronavirus. Finalmente, queda claro que este tema va más allá de un asunto de salud pública, el rechazo hacia las mascarillas en el país norteamericano es un símbolo de rebeldía por parte de los seguidores de Trump, aunque un sector más radical de su partido ya lo apoya por completo, con o sin campaña contra las mascarillas. Todas estas protestas significan una relación entre este movimiento anti-mascarilla y la postura política de derecha pro-Trump. Esta relación no sólo revela que un movimiento relacionado exclusivamente a un tema de salud se ha enganchado sin una base científica a un tema de postura política, sinoque el movimiento va creciendo a tal magnitud que adquiere un papel determinante en el contexto político actual, que se cruza con un contexto de crisis de salud por las cifras que azotan a la sociedad norteamericana cobrando miles de vidas.
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